Corazón en llamas

“Mientras Moisés y los israelitas lloraban a la entrada del santuario, vieron que un israelita metía en su tienda de campaña a una mujer madianita. Entonces Finees… tomó su lanza, fue a la tienda de ese israelita, y atravesó con su lanza al israelita y a la madianita. Así se detuvo el castigo de Dios contra Israel. Sin embargo, para ese entonces ya habían muerto veinticuatro mil israelitas. Dios le dijo a Moisés: “Finees es como yo: no permite que se adore a otros dioses en lugar mío. Por eso logró que yo calmara mi furia y que dejara de castigar a los israelitas. Él demostró que me quiere, y logró que yo perdonara a los israelitas; por esa razón, hoy hago un trato especial con él y con sus descendientes: ellos serán siempre mis sacerdotes’, Números 25:6-12 (TLA).

Observemos con atención cada detalle. Moisés, Finees y otras personas piadosas lloran a la puerta del tabernáculo porque Dios está derramando juicio en medio de su pueblo. Se los ve haciendo duelo por las 24.000 personas que murieron y lamentándose por la escandalosa combinación de pecado sexual e idolatría en la que había incurrido el pueblo de Israel. De pronto, un descarado israelita hace alarde de su pecado llevándose a una mujer extranjera a su casa para pasar la noche. Frente a esta situación desesperada Finees toma una medida desesperada ajusticiando con su lanza tanto al hombre como a la mujer. Hay que tener mucho cuidado con la interpretación de este pasaje. No sugerimos que ‘atravesemos’ a cuantas personas estén pecando a nuestro alrededor sino que hay momentos en los que la indulgencia hacia el pecado se convierte en deslealtad a Dios. La acción de Finees salvó a toda la congregación, glorificó a Dios en medio de su pueblo y desbarató completamente los planes del enemigo. Su intolerancia e intransigencia con el pecado y su deseo de hacerle un bien a su pueblo mereció el galardón de Dios“Finees es como yo… Él demostró que me quiere… por esa razón, hoy hago un trato especial con él y con sus descendientes: ellos serán siempre mis sacerdotes”, Números 25:11-12 (TLA). ¡Si realmente pretendemos parecernos más y más a Dios el pecado debería molestarnos en extremo, ya que de las mil y una consecuencias negativas que produce la más costosa es que nos aleja de Dios!

Centremos nuestra no en el momento del decisivo acto de Finees sino en lo que él está haciendo antes de que el desfachatado israelita pasara frente a sus narices. Se lo ve llorando y orando junto con Moisés a la puerta del tabernáculo. ¡Orando y llorando por el pueblo! ¿No fue exactamente lo mismo que hizo Nehemías cuando recibió noticias de que sus hermanos estaban en gran afrenta? “Cuando oí estas palabras me senté y lloré… y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”, Nehemías 1:4. El rey Ezequías también oró y lloró cuando el profeta Isaías le dijo que debía ordenar su casa porque moriría. David dijo que Jehová había oído la voz de su lloro, Salmo 6:8. En todos estos casos Dios vio sus lágrimas y escuchó sus oraciones. La pasión, el entusiasmo y el fervor de una persona por Dios y su causa nacen de la intimidad con Él. Las oraciones de utilería, formales y religiosas no valen delante de Dios. Las oraciones superficiales, frías y sin lágrimas no producen demasiado resultado. “El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas”, Salmo 126:5-6 (BAD).

Tanto Finees como Nehemías nos señalan un remedio bíblico cuando atravesamos una abrumadora necesidad: orar, ayunar y llorar delante del Dios de los cielos. ¡Qué poco recurrimos a este salvoconducto! Sin embargo, los grandes hombres de Dios hacían uso de la oración. Una persona fervorosa está dedicada a la oración. No te confundas, todo creyente hace oraciones, pero no todo creyente está dedicado a la oración. Los discípulos de Jesús hacían oraciones, pero después de la ascensión se convirtieron en personas dedicadas a la oración. ¿Por qué razón oraban? Porque necesitaban la manifiesta presencia de Dios con ellos. Las personas que oran se acuerdan de Dios cuando tienen una necesidad; las dedicadas a la oración no se conforman con vivir una vida sin Dios. Los creyentes que oran suelen hacerlo por culpa, pero los que están dedicados a la oración lo hacen por el gozo de estar en su presencia. Los creyentes que hacen oraciones se conforman con el avivamiento de un día, los que están dedicados a la oración buscan un prolongado, sostenido y creciente mover de Dios. 1

Podríamos decir que los discípulos oraban porque necesitaban ALGO de Dios. Sin embargo cuando recibieron lo que buscaban siguieron en una actitud de oración permanente. ¿Por qué? Porque habían gustado de Dios. ¿Lo ves? El premio a la búsqueda incansable en oración fue Dios mismo. La primera iglesia estaba dedicada a la oración (Hechos 1:14). Después de Pentecostés, la iglesia seguía dedicada a la oración (Hechos 2:42). Todos los líderes de aquella primera iglesia estaban dedicados a la oración (Hechos 6:4). La iglesia de Antioquía estaba enteramente entregada a una vida de oración. Los viajes misioneros de Pablo fueron el resultado de tiempos de oración. Pablo y Bernabé fueron separados mientras ministraban a Dios con oraciones y ayunos. Fue como resultado de más oraciones que fueron enviados por la iglesia y por el Espíritu Santo (Hechos 13:3-4). Fue ‘tras muchos ayunos y oraciones’ que el grupo de apóstoles-misioneros fue encomendado a la obra del ministerio. Los primeros creyentes tomaron muy en serio el tema de la oración. Es que ellos tenían puesta su mirada en el galardón de la presencia manifiesta de Cristo y no se conformarían con nada que fuera menos que eso.

Finees conquistó el corazón de Dios porque tuvo un corazón ardiente por el Señor. “El Dios que eliminó la casa de Elí por su tolerancia hacia el pecado perpetuó la casa de Finees por su santa intolerancia. Es preciso reavivar la verdad que nos enseña que un Dios santo exige un pueblo santo. ¿Dónde están aquellos que al igual que Finees, salven a las iglesias actuales de la ira que se acerca por tolerar el mal?”.2

Celosos y fervientes son palabras intercambiables. El celo que Dios busca es una pasión al rojo vivo. Una persona ‘fervorosa’ es aquella que tiene entusiasmo por Dios. David era ese tipo de persona: “¡El corazón me ardía en el pecho! Mientras más pensaba en esto, más frustrado me sentía, al fin abrí la boca y dije…”, Salmo 39:3 (TLA). Jeremías era igual: “Si digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”, entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más”, Jeremías 20:9 (NVI). Pablo decía: “Tanto amo al Señor Jesús, que estoy dispuesto a ir a la cárcel, y también a morir en Jerusalén”, Hechos 21:13 (TLA). El cristianismo de Pablo no era un pasatiempo sino su pasión. Jesús dice en Apocalipsis: “Ojalá fueses caliente”. Los calientes tienen fervor y los fríos son indiferentes, pero el tibio es complaciente. Siempre hay más esperanza para la recuperación del frío que del tibio.

Buscar la presencia de Dios tiene que ser nuestra meta diaria. Basta ya de llevar una vida espiritual superficial y tibia. ¿Dónde están los que quieren vivir apasionados por Dios? ¿Dónde están los que batallan en oración y desean llevar su vida de consagración bien a fondo? ¿Dónde están los que hacen esa clase de oración que conquista el corazón de Dios, esa oración que no escatima nada, que sale de un interior encendido; ese tipo de oración que hizo la primera iglesia y transformó el mundo entero? Cuando se trata de la presencia manifiesta de Cristo no podemos permitirnos la tibieza.

Christian Huygens fue un relojero que vivió en el siglo XVII e inventó el reloj de péndulo. Una noche, mientras estaba tumbado en la cama admirando su colección de relojes, observó que todos los relojes de péndulo se movían al unísono unos con otros. Él sabía que no los había programado de esa manera, así que se levantó de la cama y reajustó los péndulos a fin de que todos estuvieran fuera de sincronismo entre ellos. Sin embargo, tras un breve período de tiempo todos los relojes de péndulo volvieron a moverse al unísono unos con otros. El nunca entendió el porqué. Años después, se descubrió que el reloj más grande y con el ritmo más fuerte era capaz de arrastrar a todos los demás péndulos cercanos a sincronizarse con él mismo. Esto se denominó sincronización. Esta ilustración bien representa a los apasionados por Dios que laten a su ritmo y que viven bajo la influencia de su Santo Espíritu. Sincronízate con Dios; es la mejor decisión que puedes tomar.

  1. HARTLEY, F. Iglesia en Fuego. EEUU. 2015.
  2. WALLIS, A. En el día de su poder. Editorial Centro de Literatura Cristiano. 2014.

Te compartimos un capítulo del libro Tu primera cita, el cual puedes descargar gratuitamente de nuestra página www.iglesiadelaciudad.org

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