Tolerancia o santidad

La Biblia habla de “gran pecado” cuando se asocia a la idolatría (1º Reyes 12:29-30; 2º Reyes 17:21; Éxodo 32:19-21) y a la sexualidad. Establecer un vínculo sexual con una persona que no es el cónyuge es un pecado grave, tanto hoy como lo era antes: “… aléjense de todo pecado sexual… porque el Señor toma venganza de todos esos pecados…”, 1ª Tesalonicenses 4:3-6 (NTV). Refiriéndose a los pecados de Sodoma y Gomorra (Judas 1:7) Dios dijo: “… su pecado es en verdad muy grande”, Génesis 18:20 (BLA). Cuando la esposa de Potifar sedujo a José a cometer infidelidad éste se negó diciendo: “… Sería un gran pecado contra Dios”, Génesis 39:9 (NTV). En relación a los hijos de Elí, quienes se acostaban con las mujeres que servían en el tabernáculo, la Biblia dice que “el pecado de los jóvenes era muy grande delante de Jehová…”, 1º Samuel 2:17 (RVA).

Tu pecado afecta a tu familia

La desobediencia no solo perjudica a la persona que peca sino que también acarrea nefastas consecuencias a quienes están cerca o bajo su responsabilidad. ¿Te acuerdas de Acán? Desobedeció y Dios hizo responsable de ese pecado a todo el pueblo: “… Israel ha pecado… Robaron… mintieron y escondieron… No seguiré más con ustedes a menos que destruyan esas cosas que guardaron…”, Josué 7:10-12 (NTV). ¿Cómo que robaron, mintieron y escondieron? ¿No fue Acán el que robó, mintió y escondió? Sí, pero el pecado de uno se convirtió en el pecado de todos. ¿Y quien pagó el precio del juicio por la desobediencia de Acán? Toda su familia. “Después, Josué y todos los israelitas tomaron a Acán…también… a sus hijos e hijas, su ganado… y todo lo que él tenía y los llevaron al valle de Acor… Entonces… apedrearon a Acán y a su familia…”, Josué 7:24-25, NTV.

El pecado de uno hace impuro a todo el pueblo: “El Señor… dijo: “… saquen fuera del campamento a todas las personas que tengan lepra… Así no harán impuro el campamento, donde yo vivo en medio de ellos’”, Números 5:1-3 (DHH). ¿Por qué el leproso debía ser expulsado? Para que Dios no se marchara. El problema no era la persona sino la lepra que estaba en ella. Y la lepra representa el pecado. O nos alejamos del pecado o el pecado aleja a Dios de nuestras vidas. El lugar donde el Santo habita tiene que ser santo. Dios no puede convivir con el pecado. Si quieres a Dios y su bendición tendrás que deshacerte del pecado, en vez de tolerarlo, apañarlo o esconderlo. ¡Los acumuladores compulsivos de pecados no pueden comulgar con Dios!

Mientras el pecado esté obrando en una persona Dios no puede tener comunión con ella. Si la persona no quiere alejarse del pecado, entonces hay que alejar a la persona con el pecado. Eso es lo que sucedió con el perverso de 1ª Corintios 5. En lugar de reconocer su pecado y confesarlo, prefirió esconderlo. Pablo sabía muy bien que mientras el pecado permaneciera sin ser juzgado, la presencia de Dios estaba en riesgo. Por eso ordenó que lo expulsen, aunque su propósito era empujarlo al arrepentimiento y que luego sea restaurado a la comunión de la iglesia. Y al fin eso sucedió, 2ª Corintios 7.

El pecado anula la manifestación de Dios

En el A.T. Dios había ordenado expresamente que en la fiesta de la Pascua se coma pan sin levadura: “… Cualquiera que coma pan con levadura… quedará excluido de la comunidad de Israel…”, Éxodo 12:15(NTV). La levadura simboliza el pecado y aquellos que comían pan leudado eran excluidos de la comunidad. Por eso Pablo nos invita a purificarnos de toda ‘levadura’: “Por lo tanto, dejen de pecar. El pecado es como levadura… que a todos echa a perder… ”, 1ª Corintios 5:7 (TLA).

Esta lección es solemne. Los padres no pueden tolerar o proteger el pecado en la vida de sus hijos porque ponen en riesgo la presencia y bendición de Dios sobre toda la familia. Los esposos deben alentarse el uno al otro a vivir en santidad. Una esposa no puede, bajo el pretexto de que el hombre es la cabeza del hogar, apañar el comportamiento pecaminoso de su esposo. Con el pecado no se hacen concesiones. Un líder debe empujar a todos a vivir consagrados a Dios. Y los miembros de una célula, ministerio o iglesia deberían apoyar el trabajo espiritual de sus líderes advirtiendo severamente a quienes están en franca desobediencia con Dios. Finalmente, aquellos que son amonestados en amor no deberían reaccionar negativamente. Si se enojan que sea con su propio pecado, y si van a hablar mal que lo hagan de sí mismos y no de aquellos que en amor tuvieron el coraje de rescatarlos del camino de la destrucción y desobediencia.

Los orígenes sí importan

El éxito de la familia, así como de un ministerio o negocio depende de cómo nace y de quiénes lo integran. La Biblia dice que los amonitas y moabitas fueron enemigos eternos del pueblo de Dios. ¿Cómo nacieron esas naciones? De la relación incestuosa de Lot con sus hijas, Génesis 19:30-38. Ismael nació como resultado de la desobediencia de Abraham y, sus descendientes son el dolor de cabeza más grande para los israelitas hasta el día de hoy. El reino del norte nació de la división causada por el rebelde Jeroboam. Su genética espiritual pasó de generación en generación. La nación nunca fue gobernada por un rey bueno y jamás experimentó un avivamiento. ¿Cómo nació la relación entre ustedes? ¿Cómo nació el ministerio en el que están? Si algo nació en desobediencia, rebeldía o pecado tendrán que arreglar cuentas. Y esto lo abordaremos con mayor profundidad en la ley de la libertad. Recuerden, el pecado de uno pondrá en riesgo el éxito de todo lo que comiencen. Deben asegurarse que ambos cónyuges y sus hijos busquen y anhelen la santidad. Son pocos los que advierten la relevancia de este principio espiritual. No cometan el error de pensar así.

No busques justificación para tu unión con una persona incrédula

Algunos utilizan la Palabra de Dios para ‘mostrar’ alguna ventaja de la asociación con incrédulos, incluso en el matrimonio. 1ª Corintios 7:14: “…la esposa cristiana da santidad a su matrimonio, y el esposo cristiano da santidad al suyo. De otro modo, sus hijos no serían santos, pero ahora son santos”, NTV. Si bien es cierto que la relación con un no creyente puede impartir algo sobre el propio carácter del cónyuge inconverso y prepararlo para que reciba al Señor, lo que se pierde es demasiado; infinitamente superior.

La tirantez entre dos concepciones de vida y la influencia del enemigo por medio de una persona no regenerada será un problema para desarrollar la propia espiritualidad. ¿Quién levantará los brazos cuando decaiga la fe a consecuencia de los problemas? ¿Quién ayudará al creyente a interceder? ¿Cómo lograrán la unidad si uno de ustedes no reconoce al Señor como dueño de su vida? Claro que el Espíritu del Señor es más poderoso que cualquier espíritu humano o diabólico, pero sin duda sentirán los impactos de la lucha espiritual y aun para educar a los hijos espiritualmente, el cónyuge creyente, deberá perseverar y batallar por cada avance. No tomen livianamente estos asuntos.

Sin importar tu estado civil actual, es hora de replantearse qué decisiones has tomado y cómo has vivido. Si estás en un matrimonio que no te satisface, en vez de mirar lo que el cónyuge ha hecho mal piensa en tus propios pecados y cómo ellos los han conducido hasta aquí. Luego, pídanle en unidad al Señor que los perdone y ayude a sacar algo bueno de las malas elecciones y decisiones. No piensen que cambiando de pareja se resolverán los problemas. Puede ser que los actuales sí, pero surgirán otros igualmente frustrantes. Es hora de comprender que el cambio y transformación personal repercutirá positivamente sobre el resto de la familia. ¡A lo cual decimos amén y amén! Así será.

En definitiva:

  • ¿Te has casado con una persona que no muestra interés en las cosas del Señor? Deberás luchar en oración. Bendice a tu cónyuge y no rebajes tu santidad. Condúcele a los pies de Cristo.
  • ¿Quiénes componen tu círculo íntimo? ¿Son personas temerosas del Señor? ¡Deberían serlo! Comienza a realizar cambios que manifiesten tu fidelidad al Señor.
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