Adoración sincera

“El SEÑOR le dijo a Moisés: …párate delante del faraón… y dile: “… Deja ir a mi pueblo para que me adore. Si te niegas, enviaré enjambres de moscas… Y el SEÑOR hizo tal como había dicho… Todo el territorio de Egipto entró en un estado de caos por causa de las moscas. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: — ¡De acuerdo! Vayan y ofrezcan sacrificios a su Dios, pero háganlo aquí, dentro del reino… Moisés respondió: —Eso no estaría bien… Para ofrecer sacrificios al SEÑOR… tenemos que salir al desierto… —Está bien… —contestó el faraón—. Los dejaré ir… pero no se alejen demasiado. Apúrense y oren por mí. —En cuanto salga de tu presencia —le respondió Moisés—, oraré al SEÑOR… El SEÑOR hizo lo que Moisés pidió… No quedó ni una sola mosca. Pero el faraón volvió a ponerse terco y se negó a dejar salir al pueblo, Éxodo 8:20-32 (NTV). Conservamos muchos recuerdos vívidos de los tiempos que pasábamos junto a Mercedes, nuestra abuela. Ella vivía solita en una antigua casa remodelada de una pequeña ciudad, en el interior de la provincia de Santa Fe. Había enviudado y subsistía de unos alquileres que cobraba junto a una magra pensión estatal. Mercedes era un amor. La visitábamos todas las semanas. Siempre tenía la pava sobre el fuego, lista para servirnos unos ricos mates acompañados con galletitas y dulce de leche. Mmmm… ¡Qué rico! Ella aguardaba nuestra visita semanal. Con el tiempo entendimos que lo que más apreciaba era la compañía. Su deleite consistía en compartir tiempo con nosotros. Así es Dios. En el libro de Éxodo nos muestra que Él deseaba liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto y llevarlos al desierto para revelarse a sí mismo y tener comunión con ellos. Cuando una persona busca a Dios lo hace como respuesta al deseo de intimidad que nace en Dios mismo. ¡Él anhela nuestra cercanía! Más que nuestro servicio, Dios anhela nuestra amistad. Nos ama tanto que quiere estar muy cerca de nosotros. Los evangelios dicen que Jesús escogió a sus discípulos que para estuvieran siempre con Él, Marcos 3:13-14. Pasar tiempo con nosotros es su pasión y también debería ser la nuestra. No existe algo de mayor valor que encontrarnos con Dios y aceptar su invitación para conocerlo. Lamentablemente no buscamos al Señor por propia iniciativa. Rápidamente nos olvidamos de sus bendiciones y no apreciamos su cuidado. El Señor con frecuencia utiliza situaciones o circunstancias, casi siempre adversas, para atraer nuestra atención. Es en medio de las grandes tormentas de la vida cuando decidimos rendir nuestra voluntad, ceder nuestros derechos y dejar de lado aquellas cosas que ocupan nuestro tiempo y atención para encontrarnos con Él. Y en esa búsqueda nace el deseo de encontrar el tesoro más grande de todos: Dios mismo. Por esta razón, si se lo permitimos, los momentos más dolorosos se transformarán en la puerta hacia nuestra más grande bendición. Tener a Dios entraña un costo; pero no piensen en lo que tendrán que sacrificar, piensen en lo que recibirán a cambio. Contemplar su rostro no admite comparación. Un encuentro con Dios los cambiará para siempre. Un momento en su presencia enriquece, santifica y transforma. Si dan todo de ustedes mismos, tendrán todo de Él. ¡Jamás encontrarán un trato más conveniente! Repasemos la historia de Israel. El propósito de Dios no era simplemente llevarlos a la tierra prometida, sino establecer una comunión cercana con ellos en el desierto: “…Deja ir a mi pueblo para que me adore…, Éxodo 7:16 (NTV). La presencia de Dios es el propósito de nuestra adoración. La adoración no es un fin en sí mismo sino un medio para que su gloriosa presencia se manifieste. Tenemos una idea equivocada de la adoración. Imaginamos a Dios como alguien de barba blanca sentado en un trono recibiendo la mayor cantidad de canciones posibles. Dios no es un ser inseguro que necesita nuestra aprobación. Lo que Él busca es intimidad, cercanía, exclusividad. ¡Dios busca al adorador! “Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren”, Juan 4:23. El énfasis del versículo no está en la adoración sino en el adorador: “El Padre… adoradores busca…”. La adoración acerca las partes. La adoración nos lleva a la comunión y la comunión enlaza el corazón de Dios con el nuestro. ¡Nada puede ser mejor! Si la adoración significara entonar canciones, entonces, activemos un equipo de sonido y programemos música las 24 horas del día. La época dorada de Israel fue aquella en la que los adoradores permanecían en la presencia de Dios, de manera ininterrumpida, por turnos. Esa gente apasionada amaba Su Presencia. Evidentemente agradó tanto al Señor que cientos de años después dijo: “reedificaré el tabernáculo de David”, Hechos 15:16 (LBLA). Como iglesia anhelamos imitar la actitud de adoración del rey David. Una de las medidas que hemos tomado como líderes es que todos los pastores, intercesores y empleados de la iglesia dediquen media hora de su jornada laboral para adorar a Dios. Treinta minutos en los que la agenda y los programas son depuestos para buscar al Rey de Gloria. Deseamos que toda la semana haya adoradores que pasen tiempo con Dios. Si no creyéramos que adoración equivale a comunión no ‘desperdiciaríamos’ tantas horas de trabajo, simplemente echaríamos a andar el viejo equipo musical Sony que está en la oficina debajo del púlpito y ahorraríamos dinero. Pero la presencia de Dios es excelsa y debemos honrarla. Buscar y anhelar que Él se manifieste debe ser la prioridad de nuestra vida. Adoración extrema ¿Saben por qué la adoración no se trata solo de canciones? Por la reacción del faraón, símbolo de Satanás, quien conoce cabalmente el poder que se desata en la adoración. Él sabe que conduce a la comunión íntima con el Todopoderoso, y ésta, a la libertad en el sentido más cabal del término. Faraón quiso impedir la adoración, entonces les hizo una oferta a los israelitas: “¡De acuerdo! Vayan y ofrezcan sacrificios a su Dios, pero háganlo aquí, dentro del reino”, Éxodo 8:25 (NTV). En otras palabras: “adoren, pero en mi territorio”, “sirvan, pero a mi manera y bajo mi influencia”. “Al diablo no le importa que adoremos a Dios siempre que no implique cambio. La verdadera adoración requiere de la dedicación entera de nuestra vida a Dios. Cualquier oferta que trate de convencernos de lo contrario es falsa. Si adoramos a Dios ‘en el territorio’ del diablo le damos acceso legal para influenciar y arruinar nuestros esfuerzos”.2 Moisés rechazó de plano la oferta; entonces el faraón respondió: “Los dejaré ir al desierto para ofrecer sacrificios al SEÑOR su Dios, pero no se alejen demasiado”, Éxodo 8:28 (NTV). Faraón le ofreció a Moisés la ‘oportunidad’ de servir y adorar a Dios, siempre y cuando se mantuvieran bajo su control. En otras palabras: “sirvan a Dios, pero con los códigos del diablo”. Servir o adorar ‘sin alejarse demasiado’ es adorar a Dios sin cambiar radicalmente nuestra manera de vivir. Muchísimos creyentes han aceptado tales condiciones y creen que una rendición total y absoluta es algo extremo solo reservado para algunos fanáticos religiosos. La palabra favorita de esas personas es “equilibrio”. “Hay que encontrar un equilibrio en todas las cosas”, sugieren. Esta forma de pensar tuvo adeptos incluso entre los discípulos de Jesús. Cuando observaron que María derramaba el costoso perfume en los pies del Señor dijeron: “es un desperdicio”. Pensaron que Jesús era importante, “¡pero no para tanto!”. Sin embargo, ¡solo una adoración extrema produce resultados extremos! ¿Qué significa ‘adorar’ dentro del territorio del faraón’? Significa servir a Dios sin cambios radicales en la manera de pensar y en la forma de vivir. Personas que adoran a Dios los domingos pero viven borrachos todos o algunos días de la semana; o sirven a Dios con una monedita los domingos, pero con sus billetes sirven al diablo apostando a la quiniela o la lotería. Personas que leen las cosas sagradas de Dios en un seminario, pero sus ojos recorren los escondrijos secretos de la inmundicia de la pornografía todas las noches; o alaban a Dios con canciones bonitas sin limpiar la cloaca de las malas palabras que hay en sus bocas. Todo eso es adoración ‘en el territorio del faraón’. Dios quiere nuestra libertad absoluta, pero a menos que nos apartemos ‘camino de tres días’ no la podremos experimentar. Que en esta semana, que abordamos la ley del amor podamos responder al tierno llamado del Espíritu Santo y experimentar como matrimonio el privilegio de caminar con Dios, a cada paso. El contenido del día de hoy corresponde al libro Mi casa, tu casa, el cual puedes descargar gratuitamente en formato e-book y audiolibro desde nuestro sitio web www.iglesiadelaciudad.com.ar

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