Por qué necesitamos a Dios
Por qué necesitamos la presencia de Dios
Las terapias actuales intentan resolver los problemas del hoy evitando los conflictos más profundos. ¿Por qué? Simplemente porque cualquier mejora en un problema actual se considera un ‘éxito en la intervención’. Por otra parte, la mayoría de las personas anhelan soluciones al inconveniente actual pero que no se ‘metan’ en sus vidas; que nadie indague en aspectos privados o diga que algo anda mal o que es necesario cambiar.
El consejo netamente humano a menudo apaña el pecado (porque no desea confrontar al ‘cliente’), acaricia el ego (porque no quiere herir el orgullo) y disimula los yerros (porque no comprende el impacto crucial de la realidad espiritual). En cambio, Dios juzga nuestro pecado, sana nuestra identidad y nos quita la vergüenza y el temor con la finalidad de que experimentemos la verdadera libertad y, como consecuencia de ella, la paz del alma y la victoria sobre toda adversidad o ataque del diablo, ya sea en este tiempo o en el futuro.
Mientras las herramientas humanas solo tratan las ramas, Dios va a la raíz de todos los problemas. De ahí que adquiera importancia fundamental el inicio del camino, los albores de la relación y sus primeros pasos.
Por todo lo dicho hasta este momento es que, en el plano espiritual, no podemos desconocer u obviar el pasado. Si queremos libertad y pureza debemos comenzar a sacar la mugre. Jesús enseñó: “Asegúrate de que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad. Si estás lleno de luz, sin rincones oscuros, entonces toda tu vida será radiante, como si un reflector te llenara con su luz”, Lucas 11:35-36.
A nadie le viene mal pasar por un proceso “detox” a nivel espiritual, mental y emocional. Por ello bajen la guardia y dejen que el Señor los guíe a una limpieza profunda.
Tengan presente que un pecado no juzgado (algo malo que han olvidado o que ni siquiera disciernen que está mal) siempre condicionará la realidad actual. Y, justamente eso de lo cual no se han arrepentido, no han pedido perdón y no han hecho restitución es lo que Dios quiere quitar de en medio para que el diablo no gane ventaja sobre ustedes, porque todos esos eventos pasados los siguen ligando al infierno.
Un pecado no juzgado genera consecuencias negativas, sin importar los años que hayan transcurrido desde que ocurrieron los hechos. La justicia de Dios no puede ser anulada. Por eso es necesario volver a los comienzos, tanto personales como familiares. Este trabajo de mirar hacia atrás para cerrar puertas al pecado les permitirá vivir una auténtica libertad, sin temer a lo que el diablo pueda intentar en contra de ustedes. ¡Suelten sus almas en el Señor y confíen en que su luz disipará todas las tinieblas!
Por qué los consejos no alcanzan
Durante años hemos ministrado a las familias. Después de mucho andar queremos que aprendan de nuestros aciertos y errores.
Con la consejería uno puede influir de manera positiva en áreas específicas a fin de modificar hábitos perjudiciales, moderar reacciones, emprender nuevos caminos, animarse a ciertos cambios, etc., pero las mejoras en la relación y hasta en el ámbito de la intimidad sexual no siempre se traducen en plenitud personal; tampoco en armonía duradera o vínculos más sanos. Las lunas de miel, las noches de pasión, los regalos, los mensajes de amor y, todo lo que quieran imaginar en estrategias de comunicación no suplantarán jamás el valor de lo espiritual. Es decir, una vida gobernada por Cristo y purificada de todo pecado por medio de la confesión, el arrepentimiento y la restitución.
Así como la consejería no alcanza para limpiar el pasado, la información en materia de educación sexual jamás se traducirá en vidas más santas. No es el conocimiento de lo que está bien o mal sino el amor a Dios lo que mueve nuestra vida a la obediencia.
Es necesario construir la comunión real con el Espíritu Santo, confesando todo pecado, si en verdad queremos familias más saludables y vidas más plenas.
¡Comencemos con fe y sinceridad este camino hacia la libertad espiritual que pasa por la estación de la purificación!