Pecados de nuestros antepasados

¿Qué sucede con los pecados no juzgados?

Todo pecado no juzgado es una puerta de maldición que no se cierra ni se anula con el transcurso del tiempo. En otras palabras, el pecado siempre nos afecta negativamente; incluso puede extenderse a las siguientes generaciones. “Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”, Éxodo 20:5, BAD. “Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente”, Jeremías 32:18, NTV.

Levítico 26:39-40 dice: “Aquellos de ustedes que sobrevivan se consumirán… a causa de sus pecados y de los pecados de sus antepasados. Sin embargo, al fin mi pueblo confesará sus pecados y los pecados de sus antepasados por traicionarme y por ser hostiles hacia mí”, NTV.

Jeremías 3:25 expresa: “Echémonos al suelo llenos de vergüenza y cubiertos de deshonra, porque tanto nosotros como nuestros antepasados hemos pecado contra el SEÑOR nuestro Dios. Desde la niñez hasta el día de hoy nunca lo hemos obedecido”, NTV.

Éxodo 34:6-7: “El SEÑOR pasó por delante de Moisés proclamando… Yo derramo amor inagotable a mil generaciones, y perdono la iniquidad, la rebelión y el pecado. Pero no absuelvo al culpable, sino que extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos y sus nietos; toda la familia se ve afectada, hasta los hijos de la tercera y cuarta generación”, NTV.

Satanás ejerce derecho legal sobre aquellas áreas atadas a los pecados no confesados y perdonados, tanto los personales como los de nuestros antepasados. Es posible que tú ignores que tus padres o abuelos abrieron una puerta de iniquidad y la maldición siga operando en tu vida o en tu familia hasta el día de hoy. Consideremos a Caín, el hombre que mató a su hermano por envidia, Génesis 4:8. Su descendiente Lamec siguió sus pasos: “Lamec dijo a sus mujeres…“Maté a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por golpearme”, Génesis 4:23 (BAD). La línea de nuevos homicidios se mantuvo vigente en las nuevas generaciones.

Alice Smith en su libro Cómo liberar a los cautivos explica este principio a través de la vida de Moisés, quien perdió mucho a causa del enojo. Primero mató a un egipcio, Génesis 2:11-14, lo cual lo condujo a un período de 40 años en el desierto. Más adelante golpeó la piedra cuando Dios le había dicho que le hablara, Números 20:8-12. ¡Aunque parezca increíble el hombre al que Dios llamó el más manso de la tierra (Números 12:3) perdió la más grande bendición (entrar a la Tierra Prometida), acortó su vida y limitó su ministerio a causa del enojo! ¿Cuál fue la raíz de ese sentimiento en Moisés? El pecado de su antepasado Leví (Éxodo 2:1) de quien la Biblia dice: “Simeón y Leví son como fieras que atacan siempre con violencia. No quiero estar con ellos, ni andar en su compañía, porque en un arranque de enojo mataron gente… ¡Maldita sea su furia! ¡Maldita sea su crueldad!…”, Génesis 49:5-7 (TLA).

Jesús mismo se refirió a las consecuencias de los pecados de los antepasados cuando les dijo a los religiosos de su época: “¡Pobrecitos de ustedes, qué mal les va a ir…! Dicen que si hubieran vivido en aquel tiempo, no habrían estado de acuerdo con los que mataron a los profetas. Pero, en realidad, demuestran ser iguales a ellos… Yo les enviaré profetas, sabios y maestros, pero a algunos de ellos ustedes los matarán o los clavarán en una cruz, a otros los golpearán en las sinagogas, y a otros los perseguirán por todas las ciudades… Les aseguro que todos ustedes serán castigados por esto”, Mateo 23:29-36 (TLA).

Sabemos que resulta difícil asimilar esta verdad porque la Biblia dice en Ezequiel 18:19 y 20: “¿Cómo? —se preguntan ustedes—. ¿No pagará el hijo por los pecados del padre?”. ¡No! Porque si el hijo hace lo que es justo y correcto y obedece mis decretos, ese hijo ciertamente vivirá. La persona que peque es la que morirá. El hijo no será castigado por los pecados del padre ni el padre será castigado por los pecados del hijo. Los justos serán recompensados por su propia conducta recta y las personas perversas serán castigadas por su propia perversidad”, NTV.

¿Cómo pueden interpretarse estos pasajes? ¿Existe una contradicción? En absoluto. En esta última cita bíblica los desterrados a naciones lejanas en tiempos de Ezequiel creían que todo lo que padecían era por culpa de sus padres, considerándose a ellos mismos víctimas inocentes. El profeta les hace notar que ellos son solidariamente responsables porque siguen el mismo camino de rebeldía y pecado que sus antepasados. En otras palabras, lo que estaban viviendo era a consecuencia de elegir el mismo camino que sus padres. Es muy fácil echar la culpa a otros de los males personales y con este escrito no estamos intentando hacer eso, al contrario, queremos que reflexiones en los malos ejemplos y las malas decisiones que te parecen tolerables porque son comunes en tu familia, pero deshonran al Señor. El profeta Ezequiel pone sobre el tapete la responsabilidad personal de los actos libremente elegidos, pero sin ignorar las influencias de maldad que hemos heredado.

Veamos otro pasaje. Deuteronomio 24:16 dice: “Los padres no deben morir por los pecados de los hijos ni los hijos deben morir por los pecados de los padres. Los que merezcan la muerte serán ejecutados por sus propios delitos”, NTV.

Este es un principio de justicia que impide la venganza desmedida. Existe un relato bíblico que nos explica bien el sentido de estas Escrituras. En 2° Reyes 14:5-6: “Cuando Amasías se afianzó en el trono, ejecutó a los funcionarios que habían asesinado a su padre. Sin embargo, no mató a los hijos de los asesinos porque obedeció el mandato del SEÑOR que Moisés había escrito en el libro de la ley: “Los padres no tienen que morir por los pecados de sus hijos, ni los hijos deben morir por los pecados de sus padres. Los que merezcan la muerte serán ejecutados por sus propios delitos”, NTV. Las malas acciones de un padre no pueden ser endilgadas al hijo. En otros términos, no se debe matar a un hijo por el homicidio que cometió su padre.

Estos pasajes específicamente limitan la venganza, circunscribiéndola al autor de la maldad y no a sus familiares o descendientes. De este modo la ley mosaica muestra el carácter justo de Dios. Sin embargo, cuando meditamos en el fragor de las batallas espirituales debemos reconocer que el diablo es ruin, busca nuestro mal y cualquier trato con él genera consecuencias negativas. El tiempo no corrige los errores. Si después de veinte siglos de su máxima derrota en la cruz sigue dando pelea, ¿creen que abandonará fácilmente a quienes le otorgaron autoridad legal en sus vidas por medio del pecado? Solo una fe sólida en la obra de Cristo, una comunión ininterrumpida con el Señor y un anhelo creciente por la santidad impedirán sus arremetidas.

Todos tenemos la posibilidad de escribir una vida de santidad y obediencia al Señor sin usar los errores de nuestros antepasados para escudarnos o endurecernos en el pecado. Decir que somos violentos porque nuestros padres o abuelos lo fueron es dejar que el mal siga pasando de generación en generación. Debemos cortar esas herencias de maldad pidiendo perdón por las malas acciones personales y rogando al Señor que cierre toda puerta de maldad que se haya abierto en el pasado por nuestros ascendientes.

El principio de la autoridad delegada

No se puede recibir la relevación sin el deseo de sujetarse a la verdad revelada. “Porque al que tiene se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará”, Mateo 25:29. En otras palabras, la OBEDIENCIA precede a una mayor revelación de Dios y su gloria.

Los padres han recibido la autoridad espiritual delegada por Dios para cuidar y proteger a sus hijos; pero si ellos ceden esa autoridad al diablo por medio del pecado toda la familia se verá afectada. En cada aspecto de la vida donde el enemigo logre atar a los padres reclamará esa autoridad sobre los hijos.

Las personas soslayan la importancia de este principio espiritual, pero lo que los padres hacen afectará inevitablemente a la siguiente generación. Un padre que mira pornografía le abre una puerta inmensa al diablo para que amarre a sus hijos en el área donde él mismo fue atado. El área que rindió a Satanás ahora queda bajo su dominio. Ese padre no imagina las consecuencias que provocarán “sus actos privados”. Después de un tiempo se sorprende porque su hija practica sexting (sexo a través de mensajes de textos) o su hijo ha caído en pecados sexuales. El padre se pregunta, ¿cómo pudo suceder? No relaciona lo que él hizo con lo que está sucediendo en la vida de sus hijos. El diablo tuvo éxito en amarrar al padre en el área de la lujuria y éste le ha dado autoridad al diablo para que haga lo mismo con cada uno de los que integra su familia.

Es hora de examinar la historia familiar de ambos. No para recriminarse sino para cerrar puertas. El pecado de los antepasados podría afectar la vida y la familia mucho más de lo que imaginan. Ser salvos no significa que estemos libres de las consecuencias de los pecados de nuestros padres. Esas raíces espirituales de iniquidad que nos conectan con el pasado deben ser arrancadas. ¿Alguna vez han hecho una limpieza espiritual de sus vidas? ¿Qué saben de sus ascendientes? ¿Pactaron con el mundo demoníaco a través de la hechicería o la magia? ¿Existen antecedentes de inmoralidad sexual, perversiones, violencia familiar, maltrato hacia los niños? ¿Qué pecados se suscitan una y otra vez en sus vidas y saben que estuvieron en generaciones pasadas? Por ejemplo, algunas personas sufren con el alcoholismo, las adicciones, las perversiones, la violencia, los homicidios, la depresión, el suicidio, etc., y conocen que lo mismo vivieron sus predecesores.

Es hora de romper con toda ligadura espiritual. Pídanle al Espíritu Santo que les revele aquellas cosas que deben ser desarraigadas de sus vidas, familia y aun de la casa que comparten o compartirán.

No tomen este paso como un simple trámite. Separen una jornada para un día de ayuno, aparten tiempo para un retiro espiritual, busquen al Señor primero con limpieza personal y rueguen para que sus vidas permanezcan solo aferradas a Él y desarraigadas de las maldiciones generacionales y herencias de maldad.

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