Donde todo comenzó
Cada pareja posee una historia irrepetible. ¿Se animarían a repasar algunos momentos de los vividos al inicio de la relación?
- ¿Recuerdan cómo se conocieron?
- ¿Cuándo se encontraron por primera vez? ¿Qué pasó?
- ¿Cómo era la relación entre ustedes antes de que se pusieran de novios?
- ¿Tuvieron tiempo para ser amigos y conocerse sin presiones?
- ¿Cómo reaccionaron los familiares frente a la relación entre ustedes?
- ¿Conocían al Señor durante el tiempo que vivían su noviazgo?
- ¿Buscaban agradarlo o eran indiferentes a su presencia?
- ¿Guardaron la santidad en todas las áreas durante el tiempo del noviazgo?
Esta actividad de recordar el pasado es crucial y no se hace para potenciar el romanticismo o experimentar nostalgia sino para permitir que el Espíritu Santo nos revele aquello que requiere de su intervención. Nuestra manera de ver la vida es diferente a cómo la ve el Señor. Nuestra forma de juzgar tampoco se parece a la de Dios y no podemos presumir que sabremos cómo procederá. Dios siempre nos sorprende.
Veamos esta verdad por medio de un relato bíblico: “En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. Entonces David consultó al Señor, y el Señor le respondió: “El hambre se debe a los crímenes de Saúl y de su familia, porque asesinaron a los gabaonitas”, 2° Samuel 21:1, DHH.
El origen de la crisis en tiempos del rey David procedía de un pecado no juzgado cometido por un líder ya muerto. Nosotros daríamos vuelta la página y diríamos es historia vieja. ¿Qué tengo que ver yo con todo eso? Sin embargo este pasaje nos enseña que el simple paso del tiempo no anula las consecuencias negativas de las malas acciones. Hasta tanto no se juzgue ese pecado de manera específica no vendrá la solución.
Pensemos juntos. A lo largo de esos tres años de hambruna probablemente el rey David haya intentado paliar la situación de muchas maneras, pero al darse cuenta que nada surtía efecto presupuso, y con muy buen tino, de que la causa debía ser espiritual.
Quizás ustedes (como novios, matrimonio o familia) acarrean problemas crónicos en algún área, o en varias al mismo tiempo y han buscado alternativas pero nada parece ayudar. ¿Qué les impide acudir juntos a la fuente de todo conocimiento? ¿Por qué no darle lugar a que el Espíritu Santo revele el porqué de esas dificultades crónicamente instaladas?
Dios no está sujeto al tiempo. En otras palabras, lo que ocurrió hace 50 o 500 años atrás está delante de él con la misma claridad como si hubiera ocurrido hace solo instantes. El Salmo 90:4 dice: “Para ti, mil años son como un día pasajero, tan breves como unas horas de la noche”, NTV.
En 2ª Pedro 3:8 dice: “…queridos amigos, hay algo que no deben olvidar: para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día”, NTV. Finalmente Hebreos 4:13 nos recuerda: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
En el mundo espiritual no es posible ocultar algo y, el paso del tiempo no atempera las consecuencias ni aminora el juicio. Isaías 40:28 dice: “¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El SEÑOR es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra. Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento”, NTV.
No menospreciemos al Señor. No cerremos nuestro corazón. Dejemos que Él nos ministre, nos muestre los errores, nos perdone y nos sane.
Vayamos a las raíces
Si queremos libertad debemos enfrentar el pasado para purificarnos, quitando todo lo que impide la comunión; es decir, toda forma de desobediencia y pecado. Dios desea que seamos santos, apartados para Él; que no tengamos lazos con el diablo ni le demos lugar con nuestro pecado.
Les hemos advertido en varias ocasiones que no podrán crecer en intimidad con el Señor a menos que estén dispuestos a limpiar sus vidas de todo aquello que impide la comunión. No teman entrar a la escuela de la oración bajo la guía del Espíritu Santo.
No teman ir a las raíces. Cada uno de ustedes llegó al noviazgo con un pasado. Quizás con secretos inconfesables, dolores profundos, heridas que todavía molestan, mandatos familiares que maldicen, recuerdos que atormentan o temores que cercenan las experiencias actuales. Dios puede y quiere renovar la vida complemente. El desea que la paz sea una realidad y que el gozo sea creciente. Jesús cumple su palabra. Él prometió una vida abundante y ese es su objetivo.
2ª Corintios 5:17-18 dice: “…todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio de Cristo…”, NTV.
En oración deberán preguntarle al Espíritu Santo qué eventos, actos o decisiones del pasado pesan negativamente sobre tus espaldas hasta el día de hoy. Luego de orar una vez, continúen haciéndolo y aguarden con paciencia a que Él los guíe, paso a paso. El Salmo 37:7a dice: “Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que él te ayude”, DHH C 2002.
Pregúntenle con sinceridad: ¿Tenemos deudas sin pagar? ¿Oculté información económica? ¿Siempre compartí la verdad con mi cónyuge o, en ocasiones le he mentido? ¿Ejercí manipulación o cualquier forma de violencia? ¿Traicioné la confianza de los que me aman hablando mal de ellos, mintiendo o engañándolos? ¿Guardo enojo en mi corazón esperando el momento de la revancha? ¿Intento ganar en las discusiones e imponer mi parecer? ¿Subestimo a mi pareja, rebajándola?
¿Necesito sanidad?
Si realmente quieres hacer las paces con Dios, antes de dar por terminado este apartado piensa en el tiempo actual:
- ¿Tu forma de hablar y relacionarte con los demás le da gloria a Dios?
- ¿Cómo está tu matrimonio? ¿Cuidas la santidad?
- ¿Honras al Señor en el vínculo de la familia, dándole lugar para que se manifieste?
- ¿Existe algo indecente en tu dormitorio, en tu computadora o en tu biblioteca?
- ¿Sigues pensando que el matrimonio es una institución sagrada o ya coqueteas con la idea del divorcio?
- ¿Estás instruyendo a tus hijos seriamente en el camino del Señor?
- ¿Le das ejemplo con tu forma de vida?
- ¿Estás creciendo en las disciplinas espirituales y en los frutos del Espíritu?
En medio de una sociedad anti Dios solemos bajar la guardia de la santidad porque al igual que el pueblo de Israel en Canaán miramos cómo viven los que nos rodean y, poco a poco, aceptamos sus formas de pensar aun cuando abiertamente contradicen los preceptos de Dios. Para disculpar nuestra flojera tildamos de anticuados a los que hablan de santidad, del matrimonio como algo sagrado o enseñan a sus hijos a vivir de una manera opuesta a los valores de la sociedad actual.
La confusión moral entre los creyentes es tal que ya no es posible distinguirlo de un incrédulo. Ambos tienen los mismos comportamientos y exigen las mismas libertades, todas alejadas de los preceptos de Dios. Los cristianos light gritan: “¡echen por la borda los votos matrimoniales! ¡Vivamos como el mundo! ¡¡Que ningún pastor nos diga qué hacer! ¡La Biblia está pasada de moda! ¡Que cada uno haga lo que bien le parezca!”.
- ¿Has aceptado alguna de estas premisas?
- ¿Has coqueteado con la posibilidad de la infidelidad?
- ¿Has ‘jugado’ con la idea de que “mereces algo mejor”?
- ¿Qué está pasando con tus convicciones?
La mayoría de los cristianos vamos aceptando las formas de vida y pensamiento de los que abiertamente contradicen los preceptos de Dios. ¿Sabes por qué? ¡Porque estamos lejos del Señor!
Sigamos con el repaso de la historia que han forjado juntos:
- ¿Qué decisiones acertadas tomaron durante el noviazgo?
- ¿De qué decisiones o conductas se arrepienten?
- ¿Cómo comenzó el matrimonio?
- ¿Hubo pecado? Piensen en distintas áreas: rebeldía, pecado sexual, violencia, mentiras, abortos, traiciones, deudas, enojos, etc.
- ¿Pidieron perdón? La mayoría de las personas minimizan sus pecados y algunos ni siquiera experimentan arrepentimiento. No existe tristeza y el alma no está compungida; no hay dolor por el pecado ni deseos de resarcir los daños. Sin ese paso inicial es imposible experimentar el perdón y los maravillosos frutos que produce.
En el Antiguo Testamento el reconocimiento del pecado era un acto solemne que exigía respeto y humillación, además de una ofrenda importante; lo cual nos revela cuán costoso es el pecado.
Hoy, al estar bajo el pacto de la gracia minimizamos el sacrificio de Jesús, como si pecar fuera gratis. Es hora de despertar y no pisotear la sangre de Cristo y su entrega santa. Pidamos al Señor que provoque por su Espíritu el genuino arrepentimiento que conduce al perdón y la vida. “La tristeza que Dios busca es la que produce un cambio de corazón y de vida. Ese cambio lleva a la salvación…”, 2ª Corintios 7:10, PDT.
Dios odia el divorcio
“¿No te hizo uno el SEÑOR con tu esposa? En cuerpo y espíritu ustedes son de él. ¿Y qué es lo que él quiere? De esa unión quiere hijos que vivan para Dios. Por eso, guarda tu corazón y permanece fiel a la esposa de tu juventud. ¡Pues yo odio el divorcio! —dice el SEÑOR, Dios de Israel—. Divorciarte de tu esposa es abrumarla de crueldad —dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—. Por eso guarda tu corazón; y no le seas infiel a tu esposa”, Malaquías 2:15-16, NTV.
En la actualidad el divorcio parece una decisión viable, un trámite jurídico y hasta un desenlace esperado. Hasta qué punto hemos llegado que en algún país no muy lejano una pastora superestrella fue entrevistada después de su divorcio y ella lo justificó citando un versículo de Eclesiastés: “todo tiene su tiempo”, Eclesiastés 3:1. El divorcio no es la voluntad de Dios. En relación a este tema Jesús contestó: “Moisés permitió el divorcio solo como una concesión ante la dureza del corazón de ustedes, pero no fue la intención original de Dios”, Mateo 19:8, NTV.
Pon guarda a tus ojos y a tu corazón porque existe claridad bíblica meridiana de cuál es la voluntad de Dios en cada aspecto para la vida y el matrimonio. No minimices el alcance de la fe. Ningún detalle de la vida diaria es demasiado pequeño para escapar a la regla de la santidad. Si Dios tiene cuidado aun de nuestros cabellos, es lógico que aun nuestros cabellos traigan honra a su nombre santo. ¡Cuánto más el matrimonio y la familia que son instituciones creadas por Él! ¡Que nadie escoja un camino diferente hasta que se haya intentado todo lo que pueda para una restauración!1
- L. El espíritu Santo no está en venta. Editorial Desafío. Colombia. 2014.