La pureza en las palabras

Esta semana es muy poderosa desde el punto de vista espiritual; también sumamente liberadora. Pero deberán ser valientes para asumir los yerros y corregir el curso de los acontecimientos. ¡Adelante! ¡Dios los está dirigiendo hacia un camino de pureza que les permitirá disfrutar de incontables bendiciones!

Callar, escuchar y hablar

Hoy abordaremos la pureza en las palabras porque “lo que cualquier persona diga… determina la suerte que le espera…”, Mateo 12:37 (NT-BAD). Insistiremos en este aspecto porque comprendemos el profundo poder que se desata con las palabras. Y así como la pureza se manifiesta en la conducta, también debe manifestarse en el vocabulario.

  • Las palabras son poderosas. Algunos dices: “es mero hablar”. Sin embargo la Biblia dice: “Medirse en las palabras es proteger la vida, pero el que habla demasiado termina destruyéndose”, Proverbios 13:3, PDT. Las palabras erradas, negativas, surgidas del enojo o la envidia son como piedras lanzadas, imposibles de detener, que causan daños irreparables, tanto en el mundo visible como invisible; hieren en el presente y dañan cuando se recuerdan en el futuro. Incluso pueden repercutir en la eternidad. Las palabras no son inofensivas.
  • Las ‘conversaciones privadas’ determinan tu futuro, así como el grado de felicidad: “Si quieren gozar de la vida y vivir una vida feliz, dejen de hablar mal de otros y de andar diciendo mentiras”, Salmo 34:12-13 (TLA).
  • Las palabras, y no solo las acciones, determinan la recompensa o el castigo: “Cada uno recibe por sus palabras su premio o su castigo. La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paran de hablar sufren las consecuencias”, Proverbios 18:20-21, TLA.
  • Las palabras pueden atraer un juicio. Este es el caso del apóstol Pablo que tomó una drástica decisión en relación a dos personas: “…Himeneo y Alejandro, a ellos los entregué a Satanás para que aprendan a no hablar en contra de Dios”, 1ª Timoteo 1:20, PDT.
  • Las palabras impactan sobre la salud. Robert Ader descubrió que el sistema inmunológico responde al igual que el cerebro. Si las palabras son buenas y las emociones que las acompañan son de fe y esperanza las defensas del cuerpo mejoran; pero si las palabras son negativas y las emociones son de desesperanza, bajan las defensas. Si el ciclo de negatividad se repite, viendo y hablando mal de todo, tras cada declaración negativa el sistema inmunológico responde al mensaje haciéndome más débil y, poco a poco, surgen problemas en la salud. Este campo se investigación se llama psiconeuroinmunología y establece la relación entre la forma de pensar, las emociones, el impacto cerebral de lo que hablamos y de cómo todo esto repercute en la salud.

¿Qué más necesitamos saber para obrar con inteligencia espiritual? Pues dejamos para el final el más transcendente de todos los aspectos:

  • Las palabras descuidadas ofenden a Dios: “Ustedes han dicho cosas terribles acerca de mí, dice el SEÑOR. Sin embargo, ustedes preguntan: ¿Qué quieres decir? ¿Qué hemos dicho contra ti?”, Malaquías 3:13, NTV. En la versión Reina Valera dice: Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios…”, Malaquías 3:13-14ª. Y en conexión con las palabras proferidas Dios asegura que hará diferencia en el momento de juzgar a cada uno.

Para nosotros es poco importante lo que decimos, pero para Dios tiene muchísima importancia porque revela lo que pensamos y sentimos. Jesús mismo dijo: “…Sus palabras denuncian lo que hay en su corazón”, Lucas 6:45, PDT.

Nosotros no asumimos que nuestro vocabulario pueda alejar al Espíritu Santo, pero eso es lo que ocurre. 1ª Tesalonicenses 5:19 nos enseña: “No alejen de ustedes al Espíritu Santo”, BLS. ¿Y cuál es la conexión con los versículos anteriores? 1ª Tesalonicenses 5:16-18: “Estén siempre contentos. Oren en todo momento. Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes, como cristianos que son”, BLS. ¿Se dan cuenta de la conexión entre la presencia manifiesta de Dios y las declaraciones que hacemos?

Es hora de despertar y comprender cabalmente el poder de las palabras. Debemos practicar lo que Jesús enseñó a fin de modificar el mundo espiritual:

“Cualquiera que dijere… y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”, Marcos 11:23. Adviertan la secuencia: “dijere”, “creyere”, “será hecho”. En otras palabras: ¡si creen lo que dicen, lo que digan impactará en el mundo espiritual! La fe juega un papel importante para recibir una bendición. “Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan…”, Mateo 21:22 (PDT). ¡Nadie que diga malas palabras tendrá buenos días! En cambio, si limpian sus bocas de toda palabra incrédula y profetizan cosas buenas, ¡cosas buenas sucederán y eso llevará gloria al Señor! Esto no es positivismo, es fe en el Todopoderoso, en su carácter amoroso, en su cuidado tierno; es confianza en su cercanía. De ahí que las palabras que usemos deberían honrarlo por estar Él tan próximo a nosotros.

Alineen el vocabulario con el Espíritu Santo. Confiesen la Palabra de Dios y declaren sus promesas. ¡Si permanecen por el sendero de la obediencia, honrando a Dios y declarando con fe sus promesas estarán creando un futuro de gloria y Dios los bendecirá!

¿Qué clase de futuro quieren para ustedes y su familia?

Si la respuesta es “que sea mejor” consideren los siguientes consejos:

  1. Purifiquen sus bocas de toda palabra incrédula. Si no cambian la manera de hablar las cosas malas que les suceden seguirán sucediendo. Dios se alejará y el mal se establecerá de modo permanente entre ustedes.
  2. Ordenen sus vidas con el Señor y hónrenlo en todas las áreas, declarando palabras de fe y esperanza. Recuerden el ejemplo que nos dejó el rey David cuando escribió el Salmo 23. No ignoró sus problemas porque dijo que estaba en un valle profundo de muerte, pero declaró que Dios estaba con él y que le esperaba un futuro de gloria.
  3. Presten atención a sus pensamientos y expresiones a lo largo de este día con el objetivo de honrar la presencia de Dios. Sepan que pueden modificar lo que piensan. En vez de mirar o leer noticias mediten en la Palabra de Dios. Las noticias de hoy no sirven para mañana, en cambio, las Escrituras echarán raíces en sus espíritus y en sus mentes para dar frutos de paz, alcanzar milagros y cambiar destinos de manera creciente.
  4. Finalmente, tomen un tiempo a solas (cada uno de ustedes por separado) para pedirle al Señor su ayuda a fin de controlar sus palabras. Luego, en un momento compartido, hagan lo mismo pero juntos. Si deben pedirse perdón mutuamente por la mala manera de hablar, háganlo. Arrepiéntanse. Quizás cueste bastante el cambio de hábito, pero la recompensa es infinitamente superior al precio.
  5. Verán que este camino de es creciente revelación. Dios les mostrará qué palabras han dicho y condicionan su futuro. Los guiará por un camino de arrepentimiento y transformación a fin de que crezcan en la dimensión del Espíritu.

NOTA IMPORTANTE

Recomendamos meditar y profundizar el contenido de esta reflexión por medio del video: “Callar, escuchar y hablar. El porvenir de las palabras”
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