Qué hacer para que Dios se manifieste

El arca del Señor se quedó tres meses en la casa de… Obed Edom, y Dios lo bendijo a éste y a toda su familia. Cuando David se enteró de que por causa del arca el Señor había bendecido a Obed Edom y a toda su familia, lleno de alegría llevó el arca a la ciudad de David”, 2a Samuel 6:11-12 (RVC).

Cuando David se llevó el arca a Jerusalén, Obed Edom trasladó TODA SU FAMIALIA a la misma ciudad y se convirtieron TODOS en porteros del arca, 1º Crónicas 15:24 y 26:4-8 (NTV). Mudarse de ciudad y cambiar de trabajo no son decisiones que se toman a la ligera. ¿Por qué lo hizo? “Está claro”, dirían muchos, “fue la bendición de Dios”. ¿Realmente crees eso? Cuántas personas conocemos que recibieron ‘grandes’ favores y ni siquiera le han dado gracias a Dios. Por ejemplo, ¿le has dado gracias a Dios por haberte levantado hoy con vida? ¡Lo ves! Tenemos la tendencia a creer que Dios está obligado a bendecirnos. No te confundas. Dios no te debe nada y no nos debe nada, NADA.

Si entendiéramos que nos levantamos cada mañana solo por la gracia de Dios y todo lo que tenemos es un regalo del cielo viviríamos mucho más agradecidos. ¿Cuántas personas han sido sanadas de graves enfermedades, libradas de grandes accidentes, bendecidas enormemente en su economía y ni siquiera se congregan? Personas que recurrieron a Dios en su desesperación y cuando su necesidad fue cubierta se olvidaron de aquel que las había bendecido.

¿Cómo puedes creer que Obed Edom cambió de trabajo y de ciudad porque Dios lo bendijo? El contexto sugiere más bien que ese hombre se había enamorado de Dios más que de sus regalos. Es cierto, cuando tú lo buscas a Él, también encuentras su favor. Pero Obed Edom sabía la gran diferencia entre tener a Dios y tener su bendición. Pretender su bendición sin amarlo a Él es pura irreverencia y pura mezquindad.

Las personas que aman a Dios no pueden estar separadas de Dios. Con sumo respeto Obed Edom debe haberle pedido al rey que lo dejara un instante en la habitación junto al arca, antes de que se la llevara a Jerusalén. Arrodillado y ante la presencia de Dios debe haber dicho algo parecido a lo que dijo Rut: “a dondequiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré”, Rut 1:16. Y así sucedió. Dios se fue a la ciudad de David y Obed Edom lo siguió.

¿Por qué escogió David la casa de Obed Edom para dejar el arca? Porque era un hombre de la presencia. No creas que David, alguien con gran discernimiento espiritual y después de la muerte de Uza eligió ese hogar de modo casual. Obed-edom era levita y la noticia de su trabajo fiel debe haber llegado a oídos del rey. Este punto de vista se confirmó cuando Obed Edom llegó a Jerusalén.

David ordenó la creación de un coro compuesto por levitas entre los que se encontraba como ayudante Obed Edom. Es decir que no formaba parte de las voces principales, era simplemente un ‘suplente’: “David… ordenó… que nombraran un coro de entre los levitas… formado por cantores y músicos… Los siguientes hombres fueron elegidos como sus ayudantes: Zacarías… y los porteros: Obed-edom y Jeiel”, 1º Crónicas 15:16-18 (NTV). ¿Te das cuenta? Obed Edom ministraba a veces tocando la lira para Dios en el púlpito, (1º Crónicas 15:21) y otras atendiendo a la gente como portero del tabernáculo. ¡Un día como músico y otro como servidor! No importaba en qué función estuviera, Obed Edom servía con pasión y alegría a Dios. ¿Sirves a Dios de la misma manera?

Por la gracia de Señor hemos viajado por diferentes países y ministrado en muchas iglesias. Hemos conocido a muchísimas personas hermosas en el Señor y, de tanto en tanto, hemos visto líderes irreverentes. Una vez escuchamos decir: “si yo no tengo que hacer algo en el púlpito no voy a la iglesia; no puedo perder mi tiempo”.

Solemos recordar nuestros inicios en la tarea pastoral. Una ‘costumbre’ de los músicos de ese entonces era salir a ‘tomar aire’ después del tiempo de canciones, justo en el momento de la predicación. Estaban ‘exhaustos’ y al parecer se repondrían más rápido en la vereda del templo que en la presencia del Señor. Muchas veces minimizamos este hecho, repetido en muchas iglesias. Hemos disculpado a los hermanos y hermanas del ministerio de adoración porque habían ‘dado todo el púlpito’. Por nuestra parte los disculpábamos porque “seguramente tienen años de creyentes y no aprenderán nada nuevo escuchando a dos jovencitos”. Hoy nuestra visión es totalmente diferente. Los músicos, como todos los participantes de un culto, asistimos a la iglesia no para servir a la gente sino para servir a Dios; no para escuchar la voz de un hombre sino para adorar al Señor en unidad con otros creyentes y cada parte del servicio es una oportunidad para mostrar nuestra devoción, respeto y amor.

Las personas que van a la iglesia solo para mostrarse o escuchar la voz de un hombre se llevan demasiado poco a casa, o mejor dicho nada que valga. En cambio, aquellos que tienen un corazón dócil, que llegan con las ansias de encontrar pan en la casa del pan se llevan mucho más. Cuando tenemos una actitud sumisa generalmente Dios nos habla y para eso puede usar un simple seminarista, un niño, un pastor experimentado o una burra, como en el caso de Balaam.

Dios se sirve de cualquier instrumento para hacer su obra y nuestra responsabilidad es estar atentos, no vaya a ser que nos perdamos una gran bendición porque no viene envuelta en el paquete que hemos pensado. Como dice la canción: “que se apaguen las luces que están sobre el hombre, SOLO CRISTO MERECE BRILLAR”. Lamentamos que muchos púlpitos hayan sido asaltados por hombres que buscan la atención de la novia en lugar de dirigir la atención hacia el novio. Algo debería cambiar, ¿no te parece?

Ahora pensemos en Abinadab. El arca también estuvo en su casa y por más de 20 años. Sin embargo, esta familia no fue alcanzada por el favor de Dios. ¿Por qué? La respuesta no es el arca. Las dos la tuvieron. La respuesta es la actitud frente al arca. La forma en la que trataron a Dios hizo la diferencia. En las dos casas hubo presencia, pero solo una experimentó la manifiesta presencia de Dios.

Hoy día sucede lo mismo. Dios puede estar presente en un lugar pero no manifestarse. Reflexiona en 2ª Corintios 3:17: “Pues el Señor es el Espíritu y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”, NTV. Observa la expresión “donde está el Espíritu… allí hay libertad”. Debería haber libertad en todas partes porque el Espíritu es omnipresente. David dijo: “¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu! ¡Jamás podría huir de tu presencia!…”, Salmo 139:7 (NTV).

El Espíritu está en todas partes todo el tiempo, entonces debería haber libertad en todo lugar. Sin embargo, ¿hay libertad en todo lugar? La respuesta es NO. No existe libertad de Dios en los prostíbulos, en los casinos e incluso en muchas iglesias. Entonces qué quiere decir Pablo cuando dice: “donde está el Espíritu… allí hay libertad”. John Bevere hace su propia interpretación y dice que el pasaje debería traducirse de la siguiente manera: “Donde quiera que el Espíritu es Señor, allí es donde hay libertad”.

Es bien sabido que al Espíritu no se le permite tener autoridad en muchos lugares, aun en muchas iglesias. Donde Él es bienvenido como la suprema autoridad ahí es donde encontraremos libertad y bendición. Y esto es lo que sucedió en casa de Obed Edom a diferencia de la casa de Abinadab. En el hogar de Obed Edom Dios era respetado, honrado y adorado. En el día a día de la casa de Abinadab el arca era descuidada. ¿Y cómo lo sabemos? Porque cuando la trasladaban a Jerusalén uno de sus hijos iba adelante del arca. ¿Para qué iba adelante? ¡Para cuidarla! ¡Como si la presencia de Dios necesitara ser cuidada por un hombre!

Lo que le pasó a Uza, relatado en 1º Crónicas 13:10 refleja la actitud de esta familia ante la presencia del arca. El “arca de la presencia de Dios” era un mueble más. Si estaba o no estaba daba lo mismo para los propietarios de esa casa. La tenían por obligación y no la respetaban. En ese hogar Dios no constituía el centro de gobierno y autoridad. Claro que había presencia, pero no existía manifestación de la presencia. En cambio, en casa de Obed-edom el arca trajo extraordinaria prosperidad en solo tres meses. ¿Por qué? Porque a Dios se le daba un lugar de honor y privilegio. Obed-edom recibió el arca con temor y reverencia. Abrió su casa y recibió la presencia de Dios con respeto y expectación. Y el anhelo de tener a Dios en su hogar le trajo incontables bendiciones.

Obed Edom provocó un ambiente de honra en su hogar y esto marcó un abismo de diferencia en todos los que allí vivían. Este hombre encendido por Dios alentó a que TODOS en su familia imitaran su fe. Y los resultados fueron asombrosos. Todos sus hijos y nietos (62 en total) se convirtieron en hombres ilustres y valientes para Dios, 1º Crónicas 26:4-8 (NTV). Todos sus parientes (68 en total) fueron inspirados a servir al Señor, 1º Crónicas 16:37-39 (PDT). Este hombre inculcó respeto hacia el arca en su propia casa y ellos aprendieron a honrar a Dios. Salvo excepciones, los hijos seguirán el ejemplo de su familia. Cuanto más consagrados sean los padres a Dios, más bendecidos serán sus hijos. El mejor legado que puedas dejarle a tus descendientes es una vida de total entrega y obediencia a Dios, pero no vivida en soledad sino compartida con todos ellos. Si tú honras a Dios en todos tus caminos y compartes las maravillas de su presencia; tus hijos, tarde o temprano también lo honrarán.

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