Restaurando las barreras de protección espiritual
Restaurando las barreras de protección espiritual
Al hablar de la ley del amor tendemos a cercenar la comprensión del tema al mero romanticismo, pero existen aristas profundamente relevantes en el ámbito espiritual. Casarse, por ejemplo, para algunos es una imposición de la sociedad. Pero los hijos de Dios no podemos desconocer que el matrimonio es una institución fundada por Dios, con leyes específicas para su funcionamiento y que adquiere el valor de pacto sagrado, confiriendo protección a los que se cobijan bajo sus preceptos.
El poder del pacto matrimonial
Éxodo 8:25 nos presenta una realidad espiritual. El faraón, símbolo de Satanás, permite al pueblo de Israel ofrecer sacrificios a Dios siempre y cuando permanezcan bajo su dominio: “…Vayan y adoren a su Dios, pero no salgan del país”. En otras palabras le dice: “adoren a su dios bajo mis leyes”.
Hasta el día de hoy el diablo obra de la misma forma. Nos ‘permite’ adorar a Dios pero con los códigos del mundo. Si para el mundo el matrimonio no vale demasiado, parece que para los cristianos tampoco vale. Si divorciarse es apenas un trámite, sigamos con cuantas parejas queramos, total todos lo hacen.
Familias enteras están siendo arruinadas al desconocer el gran poder del pacto matrimonial. El matrimonio es una barrera protectora. Brinda cobertura espiritual a los esposos y a los hijos.
Muchos padres cuidan con esmero a sus hijos de los riesgos físicos. Establecen barreras o límites a fin de preservarles la vida (por ejemplo el cerco alrededor de un pozo o piscina), pero fallan en protegerlos frente a los ataques demoníacos.
Pocas personas se dan cuenta de la importancia del mundo espiritual. El pacto matrimonial es una medida de seguridad establecida por Dios. Un hijo es bendecido cuando es concebido dentro del matrimonio, pero queda expuesto al mundo demoníaco dentro del vientre de la madre cuando es concebido fuera de la cobertura protectora del matrimonio.3
Antes la gente se casaba, hoy simplemente se junta. “Ahora es así”, dicen. “Hoy es común que los novios tengan intimidad y que las parejas convivan sin casarse”. ¿Quién lo firma? ¡Satanás, por supuesto! Muchísimas personas no tienen idea de las consecuencias generacionales que acarrea el vivir bajo los códigos y la influencia de faraón.
¿Creen que Satanás no tocará a un niñito en el vientre de su madre sino que esperará a que crezca para arremeter contra él? Su plan es destruir todo a su paso. Él no tiene piedad de nadie, menos de los niños. Dios lo sabe y ha establecido que los padres, en el poder del acuerdo y bajo la cobertura del pacto matrimonial, sean quienes los cuiden. “… El SEÑOR fue testigo de los votos que tú y tu esposa hicieron cuando eran jóvenes… ¿No te hizo uno el SEÑOR con tu esposa?… ¿Y qué es lo que él quiere? De esa unión quiere hijos que vivan para Dios…”, Malaquías 2:14-15 (NTV). El pacto matrimonial es una barrera protectora en el mundo espiritual; por lo tanto, no debe tomarse a la ligera ni tampoco minimizarse. ¡El matrimonio es mucho más que un simple papel!
La ley de Moisés establecía pena capital para las prácticas sexuales fuera del matrimonio. ¿Por qué? Porque Dios pensaba en los más indefensos. Era una medida amorosa para bendecir a los hijos fuera del matrimonio. La irresponsabilidad de los padres traía enormes riesgos espirituales sobre la vida de sus hijos. Según Craig Hill estos niños y sus descendientes por diez generaciones estaban expuestos a la opresión demoníaca. Explica este principio a partir de Deuteronomio 23:2: “No se admitirá en la asamblea del SEÑOR a ningún hijo ilegítimo ni a sus descendientes hasta la décima generación”, NTV. Según el autor este versículo parece decir que Dios no aceptaba a quienes nacían ilegítimamente. Pero no es así. La elección de los padres de engendrarlos fuera de la cobertura protectora del matrimonio le daba derecho legal al diablo de mantenerlos fuera de la congregación hasta diez generaciones. ¡Qué bien haríamos en limitar el comportamiento sexual al contexto del matrimonio por el bien de nuestros hijos y de las futuras generaciones!
Oración para restaurar las barreras de protección espiritual
“Señor, decido reparar con tu ayuda los daños ocasionados a raíz de mi desobediencia, mi terquedad y mi falta de temor a tu presencia. Reconozco que mi pecado le dio acceso legal al enemigo y que solo por medio del arrepentimiento y la transformación podré vivir en obediencia a ti. Señor, no tomo este paso a la ligera. Quiero que traigas a mi memoria todo lo que te ha ofendido y me des la posibilidad de pedir perdón con todo mi corazón. Solo cuando haya experimentado tu perdón podré, con la autoridad que Jesús me concede, cerrar toda puerta de iniquidad que abrí para mi vida y familia.
Anhelo, desde este mismo momento, poner fin a toda autoridad legal o espiritual que le entregué a Satanás. Te pido que por medio del proceso de arrepentimiento que hoy comienzo a experimentar me concedas la anulación de toda maldición que se haya activado contra mis hijos o las futuras generaciones. Quiero cancelar en tu nombre aun los pecados de mis antecesores, que no fueron juzgados y permanecen ante ti esperando sentencia. Señor viene a mi mente tu palabra. Cuando el rey David preguntó acerca del hambre en su tierra, tú le dijiste que era la consecuencia de un pecado no juzgado, cometido por el líder ya muerto (2° Samuel 21). No tomo en poco tu consejo ni tu perdón. Suplico tu libertad.
Señor reconozco que he fallado como padre o madre, por eso quiero cambiar el curso de los acontecimientos. Desde hoy bendigo a mis hijos y a mi cónyuge. Declaro bendito el día del nacimiento de cada uno de mis hijos y bendito el día de mi casamiento. Ruego que toda mi familia sea llena del Espíritu Santo y que me ayudes a motivar a todos a buscar tu presencia y experimentar tu amistad.
Desde este día glorioso en el que he entendido la importancia de la transformación total en tu presencia renuncio a adorarte en el territorio de faraón. Me niego a vivir bajo los códigos del mundo y la influencia del diablo. Por lo tanto amado Señor, me comprometo con la santidad en todas las áreas. Limpiaré mi boca de toda palabra que te deshonre y mi corazón de todo sentimiento negativo. Limitaré la actividad sexual al contexto del matrimonio por mi propio bien, el de mi familia y el de las futuras generaciones. Perdón Señor porque en esta área, al igual que en otras, he escuchado más las mentiras del diablo que la verdad de tu Palabra.
Confieso que mi rendición a Dios es y será absoluta e incondicional. Dedico mi familia exclusivamente a Dios y declaro que mi cónyuge y mis hijos prosperarán y serán bendecidos sirviéndote con rectitud todos los días de sus vidas. Oro en el poderoso nombre de Cristo Jesús, amén y amén”.
3 HILL, C. El poder de la bendición paternal. Casa Creación. EEUU. 2013.
El contenido del día de hoy corresponde al capítulo 3 del libro Mi casa, tu casa, el cual puedes descargar gratuitamente de nuestro sitio web, tanto en formato digital como audiolibro.