SEMANA 3
El poder del pecado
DÍA 1
DÍA 2
DÍA 3
DÍA 4
DÍA 5
DÍA 6
DÍA 7
¿Quién te habla? ¿Dios o el diablo?
La doctrina del arrepentimiento ha sido un pilar fundamental sobre la que se ha edificado la iglesia primitiva.
El mensaje de Juan el bautista era: “Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios…”, Mateo 3:2 (NTV).
Jesús comenzó su ministerio diciendo: “… ¡El reino de Dios está cerca! ¡Arrepiéntanse de sus pecados…!”, Marcos 1:15 (NTV).
Pedro, en el culto inaugural de la primera iglesia dijo: “… Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios… Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo”, Hechos 2:38 (NTV).
El apóstol Pedro arengó al Concilio de Jerusalén en estos términos: “Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios…”, Hechos 3:19-20 (NTV).
Cuando los apóstoles llegaron a Samaria se enfrentaron con un mago llamado Simón. Pedro le dijo: “Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor”, Hechos 8:22 (NTV).
A la iglesia que perdió el primer amor Jesús la exhortó: “Arrepiéntete y haz las primeras obras”, Apocalipsis 2:5; y a quienes eran causa de tropiezo les ordenó arrepentirse, Apocalipsis 2:16 y 20.
La Biblia termina con un mensaje contundente para los tibios espirituales: “Arrepiéntanse”, Apocalipsis 3:3 y 20.
Uno de los errores más comunes es creer que el arrepentimiento es una decisión que tomamos una vez en la vida y dura para siempre. La Biblia dice: “El Señor… quiere que todos se arrepientan”, 2ª Pedro 3:9 (NTV). TODOS, quiere decir TODOS, creyentes, no creyentes, pastores, líderes de grupos pequeños, ministros de alabanza y miembros del coro. ¡Todos! La única prueba de la manifestación gloriosa de la presencia de Dios es el arrepentimiento y la confesión de pecados. Su presencia nos confronta con nuestras miserias. ¿Recuerda cuál fue la primera reacción de Zaqueo cuando Jesús entró en su hogar? ¡Acertaste, el arrepentimiento! Zaqueo dijo: “He aquí Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”, Lucas 19:8. Cuando Pablo predicaba en Éfeso se dice que la gente venía confesando y dando cuenta de sus hechos, Hechos 19:18. ¿Lo ves? Donde hay presencia hay arrepentimiento y confesión de pecados. Donde hay santidad, hay gloria. Cuando hay presencia, los pecados se confiesan. Cuando Dios se acerca, los sistemas de autodefensa se hacen añicos y las personas arreglan cuentas con Dios inmediatamente. No hay dudas que el arrepentimiento le da la bienvenida a la presencia manifiesta del Señor.
¿De qué debemos arrepentirnos ?

De la falta de oración.
¿Hay alguien que no necesite arrepentirse de este pecado? En febrero del año 2015 comenzó en nosotros un proceso de purificación como nunca antes habíamos experimentado. Se despertó un deseo por buscar a Dios y amarlo a Él más que a sus regalos. El primer pecado del que tuvimos que arrepentirnos fue de la escasa vida de oración que teníamos. No hablamos de una ‘flaca vida de servicio’ porque vivíamos predicando y ministrando en todas partes. Lo que ocurrió es que el ministerio tomó el lugar de Dios en nuestros corazones. ¡Perdimos el primer amor! El arrepentimiento fue el punto de partida. Dios nos llevó al desierto para que volviéramos a enamorarnos de Él. Ese proceso de limpieza profunda no ha terminado. El Señor nos confrontó con actitudes, pensamientos, motivaciones y acciones que nunca habíamos considerado como pecado. Nos sucedió lo mismo que al profeta Isaías cuando vio al Señor: “Entonces dije: “¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros…”, Isaías 6:5 (NTV). ¿Y cómo supimos que Dios estaba detrás de ese proceso? ¡Porque nos condujo al arrepentimiento!
Cuando el diablo señala tus errores es para juzgarte y condenarte; es para decirte que estás terminado y que ya no tienes esperanza. Su propósito es llevarte a un estado de tristeza que te conduce a la muerte. En cambio, Dios te conduce hacia un proceso que te lleva a conocerlo más. Pablo nos enseña que la única cosa de la que no nos arrepentiremos jamás es de arrepentirnos para alcanzar la salvación: “La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse”, 2ª Corintios 7:10 (RV95). Como verás, ¡el arrepentimiento siempre está a la cabeza de todo movimiento espiritual!

De la falta de arrepentimiento. Debemos arrepentirnos de la falta de arrepentimiento. Y cuando Dios te regale el arrepentimiento no lo desprecies, considéralo un privilegio. Los creyentes judíos se alegraron cuando vieron que los gentiles también recibían al Espíritu Santo: “Podemos ver que Dios también les ha dado a los gentiles el privilegio de arrepentirse de sus pecados y de recibir vida eterna”, Hechos 11:18 (NTV).
¡El arrepentimiento que conduce a la obediencia alegra a Dios! “Ustedes deberán arrepentirse y cumplir los mandamientos que hoy les he dado. Si lo hacen, Dios volverá a estar contento con ustedes, y hará que les vaya bien en todo… Dios volverá a bendecirlos… Todo lo que tienen que hacer es arrepentirse de sus pecados y obedecer a Dios…”, Deuteronomio 30:8-10 (TLA). Observa con atención: “Dios volverá a estar contento con ustedes”, ¿Cuándo? Cuando se arrepientan y vuelva a obedecer a Dios. No hay dudas: ¡la profundidad del arrepentimiento determina la profundidad del avivamiento!
Está claro que la obediencia precedida por el arrepentimiento hace feliz a Dios, y su felicidad, termina siendo nuestra propia felicidad: “Si ustedes obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Les he dicho esto para que sientan la misma alegría que tengo yo, y para que tengan completa alegría”, Juan 15:10-11 (PDT). La obediencia no solo alegra a Dios sino que nos da alegría a nosotros. La desobediencia nos quita su gozo y su bendición, Salmo 51:7-8 y 12. Por donde lo mires, ¡el arrepentimiento y la obediencia es un negocio redondo!
¿No será que la desobediencia es la razón por la que tantos cristianos no tienen alegría? Hay demasiadas personas buscando felicidad en cosas erradas o lugares equivocados. No se han dado cuenta todavía que no hay nada ni nadie que pueda darles alegría plena, sino Jesucristo. Solo Él está verdaderamente interesado en que tú disfrutes gozo completo, Juan 15:11. ¿No te gustaría disfrutar de perfecta alegría, de plenitud de gozo, llenura, felicidad y comunión con el Espíritu? Ya sabes el camino, ahora, todo depende de ti.

De la falta de pasión por Dios. Solemos hacer grandes ‘sacrificios’ por aquellas cosas que nos interesan. Noches en vela por trabajo, estudio o viajes. Días enteros trabajando por un poco más de dinero. Ajustes económicos para alcanzar la meta de un auto, un terreno o lo que fuere. Sacrificios para cosas que son temporales y pasajeras, ¡pero cómo nos cuesta separar tiempo para entregárselo al Señor! ¿Qué excusas podemos alegar? Solo la falta de pasión explica la tibieza en nuestros apáticos y deslucidos tiempos de oración e intercesión.
Volvamos a buscar la presencia del Señor. Hagámoslo en humildad y arrepentimiento pues “cuando el pueblo de Dios se humilla en arrepentimiento Dios los exalta con un avivamiento”, Arthur Wallis.