¡Vive ese día en oración y búsqueda!

SEMANA 1

40 días para la victoria

DÍA 1

DÍA 2

DÍA 3

DÍA 4

DÍA 5

DÍA 6

DÍA 7

Esta oración modelo fue incluida para que puedas repetirla todas las veces que la necesites. Dado que el pecado tiene el poder intrínseco de endurecer el corazón, te proponemos que hagas esta oración diariamente.

Señor me rindo a ti. Te pido perdón por haber vivido según mis propias elecciones, gustos y placeres durante tanto tiempo. Renuncio a toda forma de maldad que he abrigado en lo secreto de mi alma. Te entrego mi mente llena de basura, dolor e insatisfacción.

Señor, estoy vacío, sin fe y sin esperanza; pero todavía conservo la arrogancia, la dureza y la soberbia del corazón. Reconozco que he sido un hipócrita, he mentido a otros e intenté hacer lo mismo contigo.

Minimicé el pecado creyendo que no era grave, que no hacía mal a nadie y que otros eran más pecadores que yo. Contristé tanto a tu Espíritu que terminé apagándolo.

Hoy renuncio a todo orgullo y religiosidad muerta, a aparentar ser mejor de lo que soy; también renuncio a mi pereza espiritual. Si yo te hubiera buscado de corazón, tú me habrías rescatado de las garras de Satanás, pero amé más el pecado que tu santidad, y hoy estoy de cara a una triste realidad y a un futuro tenebroso.

Te pido perdón por todos y cada uno de mis pecados, que son muchos. Aún pido que me muestres aquellas cosas que ni siquiera considero que son pecado y te han ofendido.

Señor he abrazado la putrefacción y la muerte, he abierto la puerta al diablo y sus demonios y, ni siquiera fui consciente que muchos inocentes como mi cónyuge y mis hijos serían dañados profundamente por esto.

A causa del poder del pecado obrando en mi vida no soy totalmente consciente del estado calamitoso de mi propia alma. Pero, por favor no me dejes en este estado, no permitas que siga adelante con tanta destrucción. Sujeto mi vida a ti. Ayúdame por pura misericordia.

Entiendo que no puedo permanecer ante tu santidad con mis ropas sucias y mis manos contaminadas. Sé propicio a mí y sálvame. Sé que pido un milagro. Sé que necesito la transformación completa a fin de que Cristo sea formado en mí.

Te pido perdón por llamarme cristiano y negarte con mi comportamiento, con mis emociones y con los pensamientos sucios que he tenido durante tanto tiempo. Perdón porque se ha pervertido mi alma a causa de mis malos hábitos y hoy vengo a ti suplicando perdón absoluto, absolución de mi culpa y redención de todo mi ser, a la vez que reconozco que soy el único responsable por las malas decisiones que he tomado.

Todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo necesita de ti; de un toque vivificador que destruya el poder del pecado. No quiero amar lo que tú aborreces, no quiero seguir atado al pecado; quiero desecharlo. Cambia mi mente, transforma mi alma. Santifícame en tu presencia.

Voluntariamente me entrego y pongo mi vida en el altar del sacrificio. Anhelo que transformes todo mi ser. Reconozco que el proceso tiene que ser bien profundo porque mis pensamientos son malignos y perversos, mis intenciones son para el mal y, aunque trato de verme con los ojos de tu misericordia, comprendo que tú no habitarás en una casa sucia como lo es mi vida ahora, llena de deseos y pensamientos de pecado. Anhelo la purificación para que puedan habitar plenamente en mí. No quiero solo una visita de tu parte sino que mi cuerpo sea tu templo.

Quiero experimentar tu salvación, tu liberación, tu santidad y tu pureza. Hoy parece lejano e imposible, pero no me apoyo en mis fuerzas sino en tu potencia. Tú eres Todopoderoso. No disminuyo mis expectativas y no renuncio a la fe; tampoco me engaño respecto de mi corazón malvado y torcido. Ten paciencia y no me abandones.

Te necesito con desesperación a fin de no morir espiritualmente. No quiero pasar la eternidad alejado de ti.

Lamento haber jugado con las cosas sagradas, lamento mucho haber jugado con el pecado y lamento haber asumido que, haga lo que haga, tú tendrías la ‘obligación’ de perdonarme. Hoy me doy cuenta que no son mis argumentos los que me salvan sino tu amor y tu perdón, si quieres otorgármelos.

Me rindo ante tu majestad y señorío y declaro que mi pecado está delante de ti. No me justifico ni deseo abrigar en mi seno a la serpiente antigua llamada Satanás. No tengo parte con él, no soy uno de los suyos y no le pertenezco. Quiero ser tuyo y por eso me entrego. Recíbeme Señor. Oro esta oración con todo mi corazón y la seguiré haciendo hasta tener la certeza en mi propio espíritu de que tú me has oído. Todo lo suplico en el nombre de Cristo Jesús, amén y amén».