Trabajo
práctico

SEMANA 5

Develando el ritual

DÍA 1

DÍA 2

DÍA 3

DÍA 4

DÍA 5

DÍA 6

DÍA 7

Dios desea sanar cada herida de tu vida. Que no sean puertas por las cuales el diablo tome ventaja.

Toma tu cuaderno personal y apunta las heridas que has padecido a lo largo de tu vida:- ¿Sufriste abuso en la infancia?

  •  ¿Fuiste abandonado o rechazado?
  • ¿Te traicionaron, humillaron o golpearon?
  • ¿Reconoces en ti sentimientos de rencor, resentimiento u odio a causa de esas heridas?
  • ¿Estás enojado? ¿Sientes enojo contra Dios?
  • ¿Has experimentado depresión?
  • ¿Quiénes te han herido: familiares, amigos, vecinos,  autoridades espirituales, etc.?

    Realiza una lista de personas con las que estás enojado. Luego, toma la decisión de perdonarlas a cada una de ellas viendo con tu espíritu cómo salen de tu corazón. El perdón es una condición indispensable en el camino a la sanidad. No saldrás de la adicción a menos que estés dispuesto a pagar este ‘gran precio’ de perdonar a quienes te hicieron daño.

Algunas consideraciones:

Toma la decisión de perdonar. Las personas que dicen que no pueden perdonar, en realidad no quieren perdonar. Es verdad que Dios nos dará la gracia para perdonar pero nosotros debemos tomar la decisión de hacerlo. No podrás gozar de salud emocional y espiritual si guardas amargura en tu corazón. La falta de perdón es como el ácido dentro de un recipiente de plástico, con el tiempo termina rompiéndolo. Es imposible estar amargado y ser sano, feliz y sentirse pleno al mismo tiempo.

No esperes que el que te hizo daño se arrepienta y te pida perdón. Perdonar no es un sentimiento sino una decisión. La Biblia no dice: “perdona a tu prójimo cuando lo sientas”; sino que dice: “perdona”, Lucas 6:37. Tampoco dice: “perdona cuando quien te ofende se disculpe contigo”. Dice: “perdona”, a secas. No hay condición alguna para otorgar perdón. Aunque la persona a quien perdonas no haya hecho reparación contigo, tú debes perdonarla. Por otra parte, la ‘deuda’ del que te ofendió, Dios la pagará. Isaías 61:7-8 dice: “En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia, y su alegría será eterna… En mi fidelidad los recompensaré y haré con ellos un pacto eterno”, NVI.

No trates de perdonar en tus propias fuerzas. Es mucho más fácil decir “te perdono” que perdonar. La falta de perdón es como tomar todos los días una pequeña dosis de arsénico; llegará el día en que todo el veneno impregnado en tu cuerpo te matará.

Ora para perdonar. La restauración total llega de la mano de la oración de bendición por tu ‘enemigo’. “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen”, Mateo 5:44 (NVI). “Bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan”, Lucas 6:28 (NVI). Bendice al que te ha lastimado y no hables más de él. Nota. No confundas perdón con reconciliación. El perdón es unilateral y necesario para la sanidad total aunque la relación no vuelva a ser la misma. Los límites suelen ser necesarios para no volver a ser lastimados. Perdonar no significa volver a relacionarte con aquella persona que te hirió, abusó o defraudó; significa que tu corazón está sano y limpio. Quien no perdona le otorga a su agresor el poder de seguir dañándole, ¡no cometas ese error! ¡Saca todo lo malo de tu vida! El mejor antídoto para erradicar la amargura y el resentimiento es la gracia. La gracia no necesita de arrepentimiento para ser impartida. Excepto por el ladrón, nadie se arrepintió en el calvario y Cristo nos perdonó a todos. Pablo no se arrepintió antes de que Esteban muriera; sin embargo, Esteban le aplicó gracia y, dos capítulos más adelante, observamos a Pablo convertido al cristianismo. La persona que te hirió te ha dado jurisdicción en su propia vida. Si lo envuelves con gracia, su vida podría cambiar. Lo peor que te haya sucedido puede ser transformado en la mejor bendición de Dios para ti y para los que te rodean. Por ello perdona y bendice. Entrégale al Señor todo el asunto y recibe su paz.